domingo, 8 de maio de 2011

MADRES E HIJAS: PRESENCIAS Y AUSENCIAS

Obra Paul Gauguin-Foto google

Mi regalo este día de las madres llega por avión y viene en un vuelo desde Barcelona. Me siento muy feliz, mi hija llega hoy. Hace ya casi dos años que no la veo. Su PRESENCIA es mi mayor regalo este día y no puedo evitarlo: mi felicidad también se cubre con la sombra de la nostalgia por ausencia de mi hijo y de mi madre este día.

Las mujeres y los hombres que escogimos o fuimos obligados a escoger otro lugar en el mundo para vivir, estudiar, o trabajar, llevamos con nosotros al igual que todos los otros mortales nuestras presencias y ausencias. Talvez en nuestro caso ellas sean más sentidas y talvez más vividas. Todas y todos en el extranjero somos de alguna manera remitidos por la fuerza de “los simbolismos” de las fechas, a vivir nuestras presencias y nuestras ausencias de una manera más intensa.

Sin desconocer ni desmerecer el sentimiento masculino me centrare a propósito de esta fecha a escribir sobre la relación amorosa y casi siempre conflictiva que permea cultural y socialmente nuestro rol femenino como hijas y madres, papel que casi siempre nos llega cargado o cargamos junto a la ambigüedad de las palabras: amor, separación, abandono, responsabilidad, sacrificio, culpa y dolor. Palabras que llevamos como un peso desde nuestro nacimiento o antes y hasta mismo después de la muerte de nuestras madres.

Esta representación conflictiva de la figura materna trae consigo dificultades en el establecimiento de nuestros vínculos afectivos y sociales y con ello entramos de forma inconsciente en juegos peligrosos donde: mujeres se vuelven madres de sus hombres, hombres que quieren que sus mujeres sean sus madres; mujeres que se convierten en madres de sus maridos, de sus hijos, de sus amigas, de sus vecinos, del portero del edificio donde vive, hombres que no quieren mujeres madres; mujeres que quieren parecerse a la madre de sus maridos en un ultimo intento de ser RECONOCIDAS y ACEPTADAS (léase queridas); mujeres y hombres que colocan en ellos y en sus hijos LA AUSENCIA o LA PRESENCIA de sus madres. Estas combinaciones interminables sólo refuerzan de manera negativa modelos y roles de comportamiento fundamentados en la dependencia y co-dependencia.

Para nosotras, la ausencia de la figura materna cuando vivimos solas o acompañadas en el extranjero nos confronta con nuestra inseguridad, con nuestros miedos, con nuestras carencias y muchas veces con la presencia o la ausencia del abrazo de nuestra madre, el abrazo caluroso, el abrazo frío o talvez con el abrazo por nosotras nunca sentido y con ello nos perdemos o buscamos reconstruir desde nosotras mismas nuestro propio sentido de maternidad, de pertenencia y de identidad.

En el extranjero, con madre, sin madre con hijos o sin hijos, nos sentimos aún más vulnerables y muchas veces clamamos insistentemente por la presencia de alguien, de un otro que “nos salve”, que este allí, que me escuche, que me entienda, que me ayude o que simplemente sepa estar cuando nuestro hijo se enferma o llora, o cuando llego sola a una casa vacía. Nos sentimos en un lugar extraño y desconocido y queremos una madre, una tía, una abuela, un hombre madre, un hombre padre, un hombre amigo o un hombre. Un hombre que también clama algunas veces por una mujer madre, una mujer padre, una mujer amiga, por una mujer, y así nos perdemos cargando a la relación con nuestras parejas e hijos códigos indescifrables, palabras no dichas, caricias no recibidas, afectos no compartidos, dolores callados, soledades a solas y soledades en compañía.

En su libro “Mi madre, mi modelo: una hija en busca de su identidad” de la Editora Record, Nancy Friday quien se describe como una mujer “nómada” y sin hijos dice que nosotras las mujeres debemos tener el coraje de enfrentar y reconocer nuestros sentimientos en relación a nuestra(s) figura(s) maternas, sólo así podremos llegar a liberarnos del modelo de vinculo madre/hija que aprendido, seguido desde nuestra infancia y repetido con nuestras hijas e hijos.

En mi práctica clínica con mujeres y hombres que viven en el extranjero o personas que se sienten “extranjeros de si mismos” como diría Julia Kristeva, observo en el proceso de cambio y crecimiento personal la importancia del reconocimiento de los vínculos maternos, paternos y las figuras simbólicas que limitan nuestro sentido de ser y estar (presencia, autoestima e identidad). Sin este reconocimiento y aceptación  estaremos llevando siempre en nuestro equipaje: fantasmas, miedos, impotencias y lo peor de todo, LA AUSENCIA.

A todas la mujeres valientes y corajosas que acompaño diariamente en su proceso de ser madre de ellas mismas; a mis amigas nómadas “gitanas por opción o por falta de ellas”; a mis amigas compañeras de jornada que este día comparten solas o acompañadas; a los hombres que disfrutan y viven su lado materno, a las mujeres de mi familia, a mi madre y a mi hijo en su ausencia, a Juan y a MI HIJA en su presencia. MI HOMENAJE